La noche fue más negra que nunca. El Eden Park, la fortaleza donde los All Blacks son imbatibles desde hace 17 años, vibró al son del sueño cumplido: Nueva Zelanda es el campeón del Mundial 2011, otra vez en su casa, tras ganarle ayer 8-7 a Francia.
Todo estaba dado para que los All Blacks fueran campeones, y lo fueron.
Todo estaba dado para que los All Blacks fueran campeones, y lo fueron.
Sufrieron, sí. Pero le dieron el gusto a su gente que esperó 24 años para volver ver a su equipo campeón. Fue tanto el tiempo que pasó para un país que siente el rugby de una forma única, que el Eden Park repleto se unió en un solo grito, un solo abrazo. El color negro se volvió luz y la noche soñada se hizo realidad. El pueblo quería la Webb Ellis en las manos del emblema Richie McCaw. Y el capitán se dio el gusto y le dio el gusto a su país, que tanto sufrió. No fue fácil.
Francia no fue el rival frágil de la primera ronda, cuando el local lo derrotó 37-17 en el mismo escenario. Por más que muchos esperaban que la final fuera un trámite, Les Blues pusieron un costo altísimo a la derrota y desde el momento del Haka, cuando comenzaron a avanzar ante un abucheo generalizado, dejaron claro que venían a buscar lo mismo que los locales, que también querían la copa y lo demostraron.
Ambos debieron superar las lesiones de sus aperturas (Cruden y Parra) y los All Blacks tuvieron que trabajar de lo lindo, con la presión de ganar o ganar. No había otra alternativa. Soportaron la presión francesa durante casi todo el segundo tiempo. Pero dejaron bien en claro que hoy por hoy son los mejores del mundo.
“Richie y los chicos entraron y pusieron todo durante los 80 minutos para ganar el partido”, aseguró orgulloso Grahan Henry, el tan querido entrenador de los All Blacks.
“Estoy muy contento por los muchachos. Fuimos el mejor equipo del mundo durante mucho tiempo, así que esperamos mucho. Podemos descansar en paz”, sostuvo el coach en pleno festejo, y agregó: “El apoyo del público fue excepcional”.
El estadio parecía derrumbarse. El equipo le devolvió al pueblo esa alegría tan especial que se llama rugby, luego de una larga sequía. Pero la espera terminó. Nueva Zelanda vive su sueño tan postergado. Los largos 24 años de resultados esquivos en citas mundialistas quedaron ayer en el olvido. Como aquella vez en 1987, en su casa y ante el mismo rival, los All Blacks demostraron que son los mejores del mundo y son bicampeones. Y claro, nadie puede discutirlos.
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