Los orígenes de la Serenata a Cafayate deben rastrearse mucho más atrás que el año 1974 que es cuando se escenifica por primera vez. Habría que remontarse a los tiempos de un Cafayate romántico, cantor y enamorado de las puras bellezas de la música. Cuando todas las reuniones familiares culminaban con el oficio ritual del canto íntimo, acariciante.
Cuando desde allí partían en busca de los balcones y rejas floridas los portavoces del más puro homenaje al sueño azul de “las mozas del lugar”. Don Arnaldo Etchart (padre) fue un entusiasta, gallardo animador de esos itinerarios que partían desde su hospitalaria residencia de “La Florida” y que concluían cuando el lucero del alba caía derrotado por las luminosidades del nuevo día.Los inolvidables José Novillo y Cunco Nanni fueron a su vez fervorosos sostenedores del rito y más tarde –historia reciente- Martín Salazar con Víctor Ruíz comienzan a sumarse periódicamente esas luminosas siembras musicales. “La Serenata” en Cafayate era una institución tradicional auténtica. Un culto cumplidamente celebrado a través del tiempo. Lo de ahora es la exaltación poética de ese rito.
Sentido de la Fiesta Anual
Partiendo de la base de que Cafayate, debía tener y mantener su fiesta anual, luego de la frustrada experiencia de las fiestas de la Vendimia que demandaban apoyos oficiales no siempre puntuales, Arnaldo Etchart por un lado y el autor de esta nota por el suyo andaban acariciando la inquietud de instalarla. Un casual encuentro, vía Pepe Lacasa, un cafayateño volvedor y entrañable, estableció la coincidencia. Arnaldo Etchart y sus hermanos en nombre de hondas y cariñosas remembranzas, querían regalarle una fiesta a su pueblo.
Por los antecedentes anotados lo que se pensaba realizar no iba a ser un festival más. Ni siquiera llevar nombre de tal. Tampoco quedaría encasillado en la remanida clasificación de “festival folclórico”. Tenía que ser como proponía Arnaldo Etchart: un regalo musical, un homenaje al laborioso pueblo cafayateño y, por extensión, a toda la población vallista. Y desde luego una empresa no comercial. Y si iba a ser un regalo, un homenaje, los espectáculos a ofrecerse debían ser absolutamente gratuitos. Y síntesis, que tiene su fundamento en las esencias de la tradición musical, serenatera de los cafayateños, que es el regalo el homenaje local que anualmente se brinda al pueblo de Cafayate y a su hermoso entorno. Además, una empresa artística no comercial amplia y no ceñida la estricta calificación de manifestación “folclórica”, ya que en la programación caben todos los géneros de la música y la canción popular. Una fiesta no convencional y animada con artistas procedentes de nuestro medio.
“La Bodega Encantada”
La “Serenata a Cafayate”, que se puso en marcha en 1974, no pudo realizarse al año siguiente en virtud de trabas de la burocracia oficial. Había que pedir permiso para realizar festivales y la autorización llegó dos días antes de la fecha fijada para la iniciación de la Segunda Serenata, que fue transferida para que la fiesta de Cafayate escapara de toda estructuración corriente, se decidió que la programación debía ser integrada exclusivamente por artistas salteños y por aquellos que habitualmente residen o desarrollen sus actividades en nuestra provincia. Y así se hizo desde febrero de 1974, cuando en la esquina de la plaza de Cafayate se levantó el proscenio que alojó la primera “Serenata”, que a juicio de algunos observadores, por la conmovedora modestia de conformación “fue la más hermosa de todas”. Redondeando la enunciación de la filosofía y propósitos que guiaron la instalación de la “Serenata a Cafayate” se puede decir, encontró su lugar para el año 1976, cuando su escenario se ubicó en el ámbito natural de una vieja bodega. Es decir en lo que actualmente se denomina “La Bodega Encantada”, que cuando llega febrero pone en libertad los duendes de la guitarrería, las dormidas esencias de la canción que se esparcen por todo el Valle como la convidadora señal del tiempo de la Serenata.
Texto publicado en Diario el Tribuno de Salta, el día 29 de enero de 1978, cuyo autor fue el siempre recordado César Fermín Perdiguero.
OTROS RECUERDOS
Otros recuerdos de la Primera Serenata en 1974, están enunciados en el libro de Carola Briones “Serenata a Cafayate 2001” y traen a la memoria los siguientes significativos datos:
“Don Petronio Francisco López, con la habilidad que lo caracteriza había preparado, en una olla gigante, un locro sabroso y pulsado, a las 4 o 5 de la mañana lo convidaba para levantar los ánimos. Frank Oyarzún atendía la parrilla donde se asaba abundante y jugoso asado, mientras Pila Daruich y Pepe Lacasa repartían torrontés o el tinto, conforme al gusto de los consumidores. Vino que generosamente invitaba don Arnaldo Etchart.
Se organiza el “Fogón de los Amigos” cuyas recaudaciones irían como donaciones al Hospital de Cafayate.
“A una Pasión Calchaquí” se llamó la distinción consistente en tres medallas de oro en recordación de Juan Calchaquí el último cacique de esta región. Fue otorgado por don Pepe Lacasa, un ferviente animador y un asiduo concurrente a la Serenata y se haría acreedores a esta distinción aquellas personas que se desvelaron por el resurgimiento de Cafayate. La recibieron en virtud de sus méritos, el pintor Calixto Mamaní, el artesano Sixto Maita y don Rodolfo Bravo, quien la rechazó mediante nota enviada a los organizadores de la Serenata.
En esta Serenata se organizó un concurso poético sobre el tema: “Serenata a Cafayate”. Fueron jurados: Walter Adet, Raúl Manuel Aráoz Anzoátegui y Carola Briones; y los resultados fueron:
1º Premio: “Canto a Cafayate” de Jorge Díaz Bavio.
2º Premio: “Serenata a Cafayate de Benjamín Toro.
Mención Especial para el poema “Cafayate” de Mario Villada.
Al promediar febrero de 1976, el tiempo trajo la Segunda Serenata, trasladándose la fiesta al predio que actualmente ocupa la vieja bodega de los Coll. Este lugar fue descubierto por Marcela Achával de Etchart, luego de recorrer el pueblo en busca de un sitio donde continuar la fiesta. La Comisión organizadora dio el visto bueno y comenzaron los trabajos para poner el local en condiciones.
Marcela decoró el escenario, César Perdiguero lo bautizó como “Bodega Encantada”, seguramente porque a su alma de poeta y bohemio, le poblaba de sugerencias el viejo edificio, solo y abandonado, donde seguramente aún dormían el sueño apacible de la esencia del vino.
Vialidad aportó los postes que convenientemente ubicados servían de asiento a la numerosa concurrencia.
Llegada la noche, y ya en el escenario “Payo Solá” de la Bodega Encantada la inconfundible voz del Perdiguero, confundido con los estruendos de los fuegos artificiales, convocaba al pueblo con su “ALEGRATE CAFAYATE!”, que los vientos llevaban y traían, poblando de rumores la placidez del valle. Era la señal de que la fiesta comenzaba.
Ala levantarse el telón, el coro de niñas: “Miquicho Ulivarri” dirigido por la Sra. Chicha U. de Oyarzún entonaban el vals “Mal de Luna” de Julio Camilioni, instituido Himno de la Serenata.
Luego de la bendición de los frutos de la tierra, la presentación de la “Niña de la Serenata”, y el desfile por el escenario de los cantores participantes. La fiesta continuaba hasta el amanecer…”
Textos extraídos del libro “Serenata Cafayate 2001” de Carola Briones.
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